¿Por qué hay algo en vez de nada?

¿Nuestro universo es real?

¿Tenemos libertad?

¿Dios existe?

¿Hay vida después de la muerte?

¿Hay algo que en realidad se pueda experimentar objetivamente?

¿Para que he venido al mundo? 

¿Cuál es el sentido de mi vida?

Comprar regalos no siempre es fácil, sobre todo si no conocemos bien a la persona. Por eso existen libros que aconsejan «Podría usted comprarle un gatito», pero y ¿si no le gustan o es alérgica...? «Le podría regalar una corbata burdeos...», pero tal vez anda sobrado de corbatas; además, «¡Ah! podría regalarle una caja de bombones...», pero ¿y si no le apetecen? La clave está en encontrar algo que se desee y no posea.
La solución de la sociedad son las tarjetas de felicitación «¡Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo!», «¡Feliz Cumpleaños!», «¡Feliz Día de las Madres!». Todo es un «feliz» esto, o «feliz» aquello, independientemente de lo que estemos celebrando. Cualquier persona normalmente recibe estos buenos deseos con agrado porque la felicidad siempre nos resulta apetecible, y jamás quedamos satisfechos.
¿Qué tiene que ver esto con los valores humanos? La felicidad es la reina de los valores, la «vasija de oro que está al final del arcoiris». Todos la buscamos y apreciamos sobremanera. Ese es nuestro destino: ser felices para siempre y nuestras acciones tienden a conquistarla.